Toda la energía enviada por el Sol se desvió de forma inocente hacia los polos de la Tierra
Fue  una simple cuestión de suerte. De campos magnéticos  alineados de tal  modo que toda la energía enviada por el Sol se desvió  de forma inocente  hacia los polos de la Tierra. Si el ángulo relativo de  los dos campos  (el de las partículas solares y el terrestre) hubiera  sido otro, las  cosas se habrían podido poner muy feas para nosotros.  Ahora, y una vez  pasado el peligro, los científicos miran al futuro con  preocupación. La  "tormenta de San Valentín" sólo ha sido la primera de un ciclo solar, el número 24, que acaba de comenzar y que se prevé mucho más activo que el anterior. Se calcula que, en los próximos meses, se producirán no menos de 1.700 tormentas solares de igual o mayor intensidad de la que nos dejó milagrosamente indemnes la semana pasada.
El pasado 14 de febrero, justo a tiempo para San Valentín, la sonda SDO (Solar Dynamics Observatory) de la NASA fue testigo de una potente erupción solar que apuntaba directamente a la Tierra. Los instrumentos de la nave detectaron una llamarada masiva de clase X, la más potente de cuantas es capaz de emitir el Sol y la mayor detectada durante los últimos cuatro años. 
Los astrónomos se prepararon para el impacto de una gran tormenta geomagnética y   los expertos en "meteorología solar" predijeron que potentes chorros  de  partículas cargadas procedentes del Astro Rey impactarían contra el campo magnético terrestre desestabilizando los sistemas de comunicaciones y navegación en la mitad diurna del mundo. 
Numerosas auroras boreales
Sin  embargo, y con la excepción de algunos problemas en las  redes chinas  de satélites, nada de todo eso sucedió. Hubo, eso sí, una  serie  espectacular de auroras boreales,   pero para verlas había que estar muy al norte, en Alaska, Canadá o   Finlandia. De hecho, la tormenta geomagnética generada por la llamarada   solar del 14 de febrero apenas si alcanzó la categoría G1 en la escala   de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA),   la más baja para esta clase de fenómenos. La máxima puntuación, G5, se   aplica a tormentas geomagnéticas de fuerza extrema, capaces de "freir"   en pocos segundos las redes eléctricas y de provocar auroras boreales   más al sur de Florida.
¿Pero  qué fue exactamente lo que sucedió para que lo que  parecía ser una  fiera enfurecida se transformara de repente en un  inofensivo cachorro  meteorológico? 
No somos aún capaces de decir cómo de fuerte será una tormenta geomagnética hasta el momento mismo en que se produce
Si el campo magnético del chorro de plasma resulta ser, como fue la semana pasada, paralelo al de la Tierra, las partículas cargadas procedentes del Sol serán bloqueadas   por el escudo magnético natural de la Tierra y no podrán penetrar a   través de la magnetosfera. Sin embargo, una llamarada idéntica a la que   se produjo el día de San Valentín, pero con un campo magnético con   dirección perpendicular al nuestro, habría causado una tormenta   infinitamente más fuerte.
"Si  el campo magnético del plasma está en paralelo al  nuestro -explica el  experto en climatología espacial Juha-Pekka Luntama,  de la Agencia  Espacial Europea- entonces los escudos están levantados y  estaremos  bien protegidos". Pero la próxima vez podríamos no ser tan  afortunados  en cuanto a su alineación. 
Habrá muchas «próximas veces»
Y  habrá, sin duda, no una sino muchas "próximas veces". En  efecto, se  espera que durante los próximos meses se produzcan por lo  menos 1.700 tormentas geomagnéticas como la de la semana pasada. Un número que se irá incrementando a medida que el Sol avance en su nuevo ciclo de actividad.
Grandes períodos de violencia solar que pueden durar once años
Unos  años, por cierto, durante los que nuestra dependencia  de la tecnología  ha aumentado exponencialmente, dejándonos mucho más  indefensos frente a  eventos capaces de interrumpir las comunicaciones e  inutilizar las  centrales eléctricas de las que casi todo depende.
Por eso, los expertos están ahora más nerviosos que nunca con respecto al máximo de actividad solar   que se avecina y que alcanzará su pico entre los años 2012 y 2014. El   último máximo se produjo en el año 2000, y entonces la sociedad  dependía  mucho menos que ahora de sistemas suscetibles de quedar fuera  de  combate a causa de una llamarada solar más fuerte que la media.
Prepararse lo mejor posible
No  queda más remedio, pues, que prepararse lo mejor posible  para lo que  ha de venir. Como dijo Jane Lubchenco, responsable de la  NOAA, durante  la reunión anual de la Sociedad Americana para el Avance  de las  Ciencias (AAAS), celebrada el pasado sábado en Washington, "No es una cuestión de si sucederá, sino de cuándo sucederá y de cómo de fuerte será".
La llamarada solar tarda entre diez y veinte minutos en alcanzarnos
Pero eso sólo es el principio. Si la llamarada solar ha sido lo suficientemente fuerte, puede dar lugar a una eyección de masa coronal, una densa nube de plasma a millones de grados de temperatura y   que, según su intensidad, puede tardar en llegar a la Tierra entre 18   horas y tres días. Cuando el chorro de plasma se encuentra con el campo   magnético terrestre, y la orientación de su campo magnético es la   adecuada, penetra a través de él y causa, por inducción, intensas   corrientes eléctricas que pueden dañar, incluso inutilizar, nuestras   centrales energéticas, provocando apagones y cortes en el suministro.
Escudos capaces de resistir una oleada
En  la actualidad, los satélites más modernos ya están  equipados con  escudos capaces de resistir la primera oleada de radiación  solar, y de  sistemas de apagado de emergencia que permiten  desconectarlos por  completo hasta que el peligro haya pasado.   Pero es necesario arbitrar, también, sistemas capaces de hacer lo  mismo  con las centrales eléctricas terrestres en caso de necesidad. 
La red de satélites de vigilancia y estudio del Sol crece continuamente y, en el momento actual, nos puede dar unas veinte horas de tiempo para reaccionar.   Si queremos evitar males mayores y ante la práctica imposibilidad de   defenderse de tales fenómenos, deberíamos ser capaces, por lo menos, de   desconectarlo todo a tiempo y esperar a que la tormenta pase...