15 may 2013

Maestro Eckhart. la sabiduría del Amor

Eckhart de Hochheim O.P. (Turingia, c. 1260 – c. 1328), más conocido como Maestro Eckhart (en alemán: Meister Eckhart). Dominico alemán, conocido por su obra como teólogo y filósofo y por sus visiones místicas. Meister en reconocimiento a los títulos académicos obtenidos durante su estancia en la Universidad de París. Fue el primero de los místicos renanos. Estudió teología en Erfurt, luego en Colonia y en París. Enseñó en esa última universidad, y administró la Provincia Teutónica de los dominicos y luego fue prior en Erfurt.

Fue uno de los más influyentes teólogos del Medievo, pese a la relativa heterodoxia de sus obras, en las cuales la influencia neoplatónica es tangible. Enseñó en varias de las escuelas más prestigiosas de su orden hasta ser acusado de herejía en sus últimos años; aunque el papa Juan XXII declaró heréticas 26 de sus proposiciones en la bula In agro dominico de 1329, Eckhart murió en paz con la Iglesia.

Tras su muerte, algunos de sus escritos fueron condenados. Si hoy en día sería motivo de controversia el afirmar que los seres humanos somos Dios (no desde un punto de vista poético, moral o filosófico, sino como una afirmación de nuestra realidad espiritual en el mundo de las formas), en su época provocó un encendido debate.


El Maestro Eckhart se adelantó en siglos a lo que hoy en día es una corriente cada vez más poderosa, que aúna toda una variante de escuelas de los más diversos signos y que se unifican en un punto principal: somos seres espirituales encarnados para descubrir en experiencias la sabiduría del Amor. Y si Dios es el Amor, somos Dios. Somos Vida.



Estos son a grandes rasgos los pilares de sus ideas.

El ser humano es la viva presencia de Dios. Según sus palabras: “Hay en el alma un poder que en sí mismo es libre, una pequeña chispa, libre de todo nombre y vacía de todas las formas.”

El “pecado original” consiste en la errónea idea de creernos seres incompletos y aislados del resto de la existencia. La dramática consecuencia de esta falsa idea: buscar en el exterior la causa que nos complete, cuando en realidad esa causa siempre esta esperándonos en nuestro interior.

El sentido de la experiencia de la vida es hallar la unidad en nosotros mismos, con el prójimo y con toda la existencia. Todas las vías confluyen en el Amor, en Dios.

Según Eckhart, “Dios no está en ninguna parte… Dios no está ni aquí ni allí, ni en el tiempo ni en el espacio… Quien quiera que lo busque en algún lugar no lo encontrará”. Similar a la vía zen de la no acción, más que una búsqueda, se trata más de mantener una alerta pasiva que permita a Dios (Amor) fluir a través nuestro.

Eckhart daba un valor importante a la contemplación, como una forma de vida, además de como una vía de oración. Su similitud con la vía zen de meditación, se asemeja en una aparente inactividad, donde la única acción es la atención pasiva, alerta al fluir de nuestros pensamientos, sentimientos y de lo que nuestros sentidos captan del mundo exterior a nuestros cuerpos. En este sentido, comenta: “Cuando te has abandonado a Dios a través de una fe y un amor puros, entonces cualquier cosa que nazca en ti o te toque, sea interior o exterior, alegre o triste, amargo o dulce… ya no te pertenece a ti sino a Dios”

Fruto de la contemplación es la capacidad de centrarse en calma en el transcurrir del eterno presente, al margen de las circunstancias siempre cambiantes del mundo de las formas.

Un punto en particular que lo asemeja bastante a la vía zen es propiciar el absoluto vacío como condición necesaria en el proceso de la autorealización. Según sus palabras “El hombre noble deberá librarse de Dios mismo, de todo conocimiento de Dios, para que el vacío absoluto reine en él”.